Estudios de Lingüística Aplicada

NOTA

EL ESPAÑOL FRENTE AL INGLÉS EN LA COMUNICACIÓN CIENTÍFICO-ACADÉMICA: ¿UNA LENGUA QUE GOZA DE BUENA SALUD?

Elena Errico

Università di Sassari, Dipartimento di Scienze Umanistiche e Sociali


Resumen

Este artículo reflexiona sobre la vitalidad del español científico-académico, que está en retroceso debido, entre otras razones, al prestigio creciente del que disfrutan las publicaciones en inglés. Esta asimetría plantea una situación de desventaja potencial para los estudiosos hispanos y en general socializados en culturas no angloparlantes que, para ver reconocido su trabajo, tienen que realizar el esfuerzo adicional de escribir en una lengua extranjera y aun así corren el riesgo de ver rechazados sus trabajos por razones distintas a la calidad de su investigación. Un paliativo a esta desigualdad podría ser una mayor tolerancia por parte de los agentes intermediarios en el proceso de publicación a las incorrecciones o patrones retórico-discursivos en los textos procedentes de culturas con escritura diferentes a la anglosajona. Otra vía podría ser impulsar las publicaciones de acceso abierto, que permiten librar la estricta selección de los índices bibliométricos, muy sesgada hacia las publicaciones en inglés.


Palabras clave: español científico-académico; inglés científico-académico; retórica intercultural; monolingüismo en la ciencia; política lingüística académica


Abstract

This article analyzes the vitality of Spanish as a means of scientific-academic communication, which is currently losing ground due to the increasing prestige of publishing in English. As a result, Spanish-speaking and in general non-Anglophone scholars are potentially placed at a disadvantage, since in order to have their research published, they are required to make the extra effort of publishing in a foreign language; hence, they face the risk of failure for reasons other than the quality of their research. A solution to this inequality might be an increased tolerance of publishing brokers towards either language errors in texts and/or argumentative-rhetorical patterns belonging to non-Anglophone writing cultures. Another alternative could be furthering open access journals, which allow bypassing the strict selection of bibliometric indexes, which is overly biased in favor of publications written in English.


Keywords: scientific-academic Spanish; scientific-academic English; intercultural rhetoric; monolingualism in science; academic language policy

Fecha de recepción del artículo: 22 de octubre de 2014

Fecha de recepción de la versión revisada: 19 de mayo de 2015

Fecha de aceptación: 26 de mayo de 2015

La correspondencia relacionada con este artículo debe dirigirse a:

Elena Errico

Piazza Conte di Moriana, 8

I-07100

Sassari, Italia

eerrico@uniss.it

1. Introducción

 

El español es lengua oficial y vehicular en 21 países y cuenta con 400 millones de hablantes nativos, que ascienden a casi 439 millones si consideramos a todos los hablantes capaces de comunicarse en esta lengua, incluidos los aprendices. Estas cifras hacen del español la cuarta lengua mundial por peso demográfico y la segunda como herramienta de comunicación (Moreno & Otero, 2007). Esta situación demográfica, que Moreno y Otero consideran “comparativamente de buena salud” (2006: 47), contrasta mucho, sin embargo, con la escasa vitalidad del español como lengua mundial de la comunicación científico-académica, un dominio estratégico en el que está retrocediendo en favor del inglés.

Este artículo reflexiona sobre la situación del español como medio para la diseminación de saberes académicos y sobre la creciente necesidad de publicar en inglés por parte de los estudiosos hispanos (y en general no angloparlantes). Partiendo del planteamiento de que la escritura académica es una práctica situada socioculturalmente, argumentamos que esta tendencia al monolingüismo en el ámbito científico-académico puede colocar en una posición de especial desventaja a los investigadores socializados en culturas no angloparlantes que, para ver reconocido su trabajo, tienen que realizar el esfuerzo adicional de escribir en una lengua distinta a su lengua materna y aun así corren el riesgo de quedar invisibles por razones ajenas a la calidad de su investigación.

 

 

2. El español y el inglés en la comunicación científico-académica

 

A partir de la Revolución Industrial, el inglés se ha constituido en el motor lingüístico del progreso científico y tecnológico para el imperio británico primero y, posteriormente, para los Estados Unidos, cuya infraestructura salió sin perjuicio de la Segunda Guerra Mundial (Kaplan, 2001: 11). El español, en cambio, a lo largo de los siglos quedó al margen de las áreas donde se produjo el desarrollo científico, a pesar de haber sido la lengua de un gran imperio colonial, debido al rezago económico y tecnológico de su metrópoli. Esta situación de marginalidad sigue vigente, puesto que la mayoría de los hispanohablantes viven en países periféricos (Hamel, 2005).

En la actualidad, la mayoría de la investigación científica se lleva a cabo en los Estados Unidos y son estadounidenses las mejores empresas de documentación que elaboran los repertorios bibliográficos y las estadísticas sobre el impacto de las principales revistas científicas. Esto significa que si un estudioso quiere ver divulgada su labor en el exterior debe aspirar a publicar en una revista incluida en estos índices, en especial el Thomson Scientific Database (antiguamente isi), en el que hay una clara primacía de revistas en inglés (Alcina, 2001). Las empresas de documentación argumentan que esta asimetría lingüística refleja la situación de hecho en la que las publicaciones académicas más prestigiosas están escritas precisamente en inglés.

Ahora bien, los criterios que determinan la calidad de las publicaciones quedan (inevitablemente) muy lejos de ser objetivos e incluso han sido cuestionados por su mismo creador, Eugene Garfield (Garfield, 1996). El hecho de que se valoren más las revistas incluidas en estas bases de datos, además, refuerza implícitamente el prestigio del inglés como lengua de publicación y como “pista” de la calidad de una publicación. Esta tendencia se agrava con el mecanismo de las citaciones bibliográficas, de las que se desprende claramente que los autores que escriben en inglés prefieren leer y, por tanto, citar bibliografía en inglés, pasando por alto la investigación escrita en otras lenguas, que por ello queda invisible (Mendieta, Phillipson & Skutnabb-Kangas, 2006). Esto se puede observar incluso en lingüística, un campo que en principio debería valorar el multilingüismo y en el que, en cambio, “[some] linguists […] try to find linguistic universals through scientific literature only in English, or even – what seems more problematic – the analysis only of the English language” (Ammon, 2001: 349).1 En otra disciplina donde la lengua forma parte del objeto de estudio, la literatura, Cruz (2008) expresa dudas sobre la solidez de una teoría que se desarrolle prescindiendo de la aportación de los textos en lenguas periféricas.

A todo ello se añade la vaguedad de la noción de publicación “internacional”, que, a veces, indica cualquier publicación fuera del contexto nacional, pero más a menudo se refiere a las publicaciones en inglés fuera del entorno local inmediato (Lillis & Curry, 2010: 49–50). Más en concreto,

 

while there is evidence that “international” is being used to refer to non-national contexts of publication, the sliding of the signifier English towards international and vice versa, which is attributed higher status, can mask the higher value attributed to “English” in many institutions [...] Across national contexts, this value is sustained through both formal and informal systems that reward publishing activity variably for the purpose of annual salary, promotion and attracting research grants (Lillis & Curry, 2010: 59, énfasis en el original).2

 

A este respecto no hay que olvidar lo que apunta Hamel: “el prestigio de una lengua en un campo específico constituye una construcción ideológica y política que puede legitimar o deslegitimar la producción científica en su conjunto en esa lengua” (2013: 353).

Vivanco (2010) señala que, mientras que el castellano mantiene la primacía como lengua de publicación en la comunicación científica nacional en España, a nivel internacional cuenta con una escasa presencia en las revistas científicas incluidas en el isi-Thomson. En las ciencias experimentales, los artículos escritos en español y con circulación internacional suponen un 0.5%. En lo que respecta a Hispanoamérica, el desarrollo de bloques regionales y sobre todo la integración en marcha en el Mercosur, dentro del que se fomenta una política de bilingüismo pasivo en español y portugués, pretenden impulsar un aumento del intercambio científico en la región (Hamel, 2003). Sin embargo, la producción científica latinoamericana sigue siendo prácticamente irrelevante en la escena internacional y casi ausente de los principales índices bibliométricos (Vivanco, 2010).

En las humanidades y en las ciencias sociales, donde en general se aprecia una mayor presencia de lenguas distintas al inglés, se calcula que el español supone un 3.5% de los trabajos publicados (Cindoc, 1998).3 Esta mayor heterogeneidad lingüística se debe, evidentemente, a los temas tratados que, precisamente por estar más anclados en la experiencia del ser humano y en su especificidad cultural, hacen más compleja la conceptualización en otros sistemas lingüístico-culturales y requieren de un dominio más sofisticado del código lingüístico respecto de los tecnolectos de las ciencias experimentales, que se caracterizan por una tendencia a la polisemia limitada, la economía y la simplicidad sintáctica.4

 

 

3. La desigualdad lingüística en el mundo académico

 

La reducción paulatina de la producción científica no anglosajona afecta en mayor o menor medida a casi todas las lenguas que históricamente han desempeñado un papel de lenguas de cultura.. Por otra parte, no se puede negar que la presencia de una lengua compartida en el mundo científico ofrece ventajas notables en cuanto a la comunicación, la colaboración entre investigadores y la puesta en común de los resultados. A estos beneficios indudables se añade un argumento especialmente eficaz, aunque muy discutible: el ahorro que se deriva de la eliminación de los costes de las traducciones y del mantenimiento del multilingüismo en general (por ejemplo, cursos de idiomas). Sin embargo, cabe observar que el inconveniente se elimina solo para los países angloparlantes que, además de no invertir en el aprendizaje de otros idiomas o en la traducción, sacan partido del negocio enorme que suponen los cursos de inglés para extranjeros (Phillipson, 1992), cuya carga económica en cambio recae –notablemente– en los demás. Ammon (2007) calcula que el gasto de tiempo necesario para escribir un texto científico en una lengua extranjera puede aumentar entre un 50 y un 200%, según el nivel lingüístico del autor, respecto de la producción en la lengua materna, siempre que no se haga necesaria la labor de un revisor o de un traductor profesional remunerados y teniendo en cuenta que el resultado podría ser la no publicación. Como lo apunta Kaplan, este sistema hace que “good scientists who cannot write in English to meet standards of the journal editors are deprived of the opportunity to have their views and contributions disseminated through the global information networks. So their contributions are lost to science” (2001: 18).5

No obstante, está en aumento el número de trabajos escritos en inglés por no angloparlantes, aunque estos últimos están subrepresentados en la producción científica mundial puesto que, pese a ser la mayoría de la comunidad científica, sus publicaciones ascienden tan solo a un 20% del total (Guardiano, Favilla & Calaresu, 2007: 29).

Si por un lado la modalidad principal para ser reconocidos como parte de la comunidad académica es la escritura a través de la publicación, esta no es la única. Hay otras prácticas sociales activas o rituales compartidos cuyo desarrollo (eminentemente a través del lenguaje) legitima al individuo como miembro de esta comunidad, que se puede entender como comunidad de discurso (Swales, 1998) o más en general como comunidad de práctica (Wenger, 1998). Dentro de ella, una parte importante de la actividad se construye a través de formas de la oralidad6 tales como congresos, seminarios, conferencias magistrales, reuniones, etc., en las que se usa el inglés, incluso en el ámbito intranacional. Piénsese, por ejemplo, en el aumento de carreras que se imparten en esta lengua en muchos países no angloparlantes, sobre todo en el norte de Europa y cada vez más incluso en los países mediterráneos.

Respecto a la palabra escrita, la inmediatez del discurso oral complica la adopción de estrategias que compensen deficiencias lingüísticas. Hasta en las formas de oralidad más planificadas (por ejemplo, el discurso leído), intervienen componentes tales como pronunciación y paralenguaje, más difíciles de controlar, y que en algunos casos pueden llegar a perjudicar la eficacia de la presentación o la inteligibilidad de la comunicación. A esto se añade el hecho de que en las situaciones más ritualizadas de los congresos, al final de cada ponencia o panel suele estar prevista una etapa de interacción no planificada, la sesión de preguntas y respuestas, en la que el orador no puede contar con la revisión o la traducción del texto por parte de terceros o con la memorización, sino que debe apoyarse únicamente en sus recursos lingüísticos. En estos casos, por tanto, puede ser el dominio de la lengua y no la calidad de la investigación lo que limita o frustra el acceso a entornos privilegiados de interacción. Todo ello parece encontrar respaldo en las percepciones de los propios estudiosos, según una investigación de Pérez-Llantada, Plo y Ferguson (2011) que indaga las prácticas, las actitudes y las percepciones de un grupo de académicos españoles sobre la necesidad de publicar sus investigaciones en inglés. Entre las observaciones proporcionadas por los entrevistados destaca una especial sensación de desventaja en la comunicación oral en esta lengua precisamente cuando se trata de presentar comunicaciones en congresos.

 

 

4. La escritura académica como forma de comunicación intercultural

 

En el apartado anterior nos referimos fundamentalmente a problemas que atañen a la forma lingüística, mientras que ahora vamos a explorar la hipótesis de que la producción escrita (y oral) en una lengua extranjera plantea también problemas relacionados con la selección y la organización del contenido (el plano ideacional y retórico-discursivo), y que estos pueden dificultar la publicación cuanto más connotado culturalmente sea el objeto de estudio y distante la cultura de origen del investigador respecto a la anglosajona.

El entusiasmo sobre la tendencia al monolingüismo en la ciencia es un legado de la Ilustración, que ve en la lengua simplemente un conducto a través del que se disemina el conocimiento, es decir, un medio transparente, neutro e inocente (Lillis & Curry, 2010: 123). Esto hace que se preste poca atención a la política lingüística sobre la escritura académica y sobre la evaluación (Lillis & Curry, 2010: 123) y que se pase por alto la hipótesis de que existen diferencias notables entre culturas de escritura distintas y que estas pueden interferir con la evaluación del contenido de un trabajo académico. Coincidimos, en cambio, con la observación de Hamel cuando afirma: “el principio de universalidad [de la ciencia] tiene sin duda su validez, pero en su concreción en la actividad científica no puede despojarse totalmente de su contextualización irremediable, en el sentido wittgensteiniano, de cada lengua; encuentra sus límites en lo que llamaría una posición de diálogo que se propone superar las visiones tanto universalistas occidentales como particularistas radicales” (2013: 339).

De ahí que consideremos fundamental no prescindir en esta reflexión del enfoque de la retórica intercultural, según el cual la escritura, al ser una práctica social, se ve muy influenciada por la cultura de origen del autor, por su formación y por las expectativas de sus lectores (cf., por ejemplo, Connor, 2002). A continuación vamos a presentar algunos ejemplos de estudios contrastivos entre español e inglés que apoyan este planteamiento.

Entre las investigaciones más recientes realizadas sobre muestras de publicaciones académicas, Moreno y Suárez (2009) comparan dos corpus de reseñas de textos literarios, respectivamente en español y en inglés, seleccionados precisamente porque se trata de un ámbito de investigación muy arraigado en las respectivas culturas de origen y menos expuesto a la influencia de culturas de escritura externas.7 Las dos investigadoras concluyen que las reseñas escritas en español europeo en general son más suaves en las críticas y manifiestan una menor tendencia a expresar valoraciones negativas respecto a las escritas en inglés. La investigación etnográfica llevada a cabo paralelamente a la lingüística indica que el manejo del conflicto académico que podría surgir entre recensor y autor está condicionado por las relaciones entre los dos sujetos. Las distintas modalidades de evaluación entre las dos comunidades académicas se deberían, pues, a una diferente dinámica interpersonal: en la española es prioritario el mantenimiento de una relación armónica y constructiva con el autor reseñado; por tanto, la reseña es a veces más un homenaje al autor que una auténtica profundización crítica de su trabajo. Desde una perspectiva intercultural, si la reseña se extrapola de su contexto y, por ejemplo, se somete a un revisor anglosajón, puede ser considerada no suficientemente crítica y por consiguiente rechazada (Moreno & Suárez, 2009).

Moreno (2004) identifica una menor presencia de elementos de evaluación examinando otro género académico, los artículos de economía en español que, respecto al corpus de comparación en inglés, presentan un número inferior de etiquetas de metatexto causal, es decir, elementos de coherencia textual (error, inconsistencies, etc.) capaces de transmitir un significado interpersonal. Un trabajo anterior de Moreno (1997), también sobre el metatexto causal, por el contrario, no identifica diferencias significativas entre las dos culturas y sugiere que la cultura disciplinar prima sobre las peculiaridades culturales de la escritura, a la vez que plantea la posibilidad de una influencia de las convenciones dominantes, de matriz angloamericana.

Martín (2005) estudia la variación en la estructura retórico-argumentativa entre resúmenes escritos para revistas internacionales en inglés y resúmenes publicados en revistas españolas en el campo de las ciencias sociales. Los resultados destacan que estos últimos tienden a contar con una estructura convencional dentro de este género discursivo, aunque a menudo carecen del apartado sobre el estado de la cuestión. En este caso también, el autor interpreta la diferencia trayendo a colación la vinculación del autor con la comunidad académica de referencia, de tamaño relativamente reducido y por tanto menos competitiva. Esta característica permitiría a los autores no tener que justificar necesariamente su trabajo para ocupar un nicho en el debate dentro de la disciplina.

En lo que respecta a la escritura académica en el ámbito médico, Salager-Meyer, Alcaraz y Zambrano (2003) señalan un distinto comportamiento retórico entre textos escritos en inglés, francés y español en la sección dedicada a la discusión crítica de la literatura anterior. Según las autoras, desde una perspectiva diacrónica, los autores hispanohablantes manifiestan una tendencia cada vez mayor a adoptar estrategias retórico-discursivas de atenuación. Las autoras interpretan el dato histórico como efecto de la evolución del mundo científico hispano que, desde una orientación tradicional hacia Francia y Alemania, se ha ido integrando plenamente al proceso de la globalización y se ha expuesto al influjo de la tradición académica anglosajona.

Asimismo, estudiando la sección de los agradecimientos en los artículos académicos de área médica escritos en inglés americano, en español venezolano y europeo, Salager-Meyer, Alcaraz y Pabón (2009) atribuyen a factores contextuales la variación intercultural en las pautas comunicativas del género. La conclusión que se puede sacar de estos estudios de casos es que la variación identificada al comparar las distintas culturas escritas a partir de elementos textuales y discursivos se puede atribuir a las distintas prácticas adoptadas en las comunidades académicas, es decir, que tiene una matriz sociocultural determinada por la interacción entre el autor y sus lectores (Martín, 2010). La legitimación de un estudioso dentro de la comunidad científica por parte de los miembros “más ancianos” de la propia comunidad dependería, por tanto, en gran medida de la capacidad de alinear su actuación y su discurso al de la comunidad de referencia.

Estas observaciones hacen pensar que los estudiosos socializados dentro de la cultura nacional y que ya gozan de prestigio dentro de ella pueden encontrar dificultades en ser aceptados en otras culturas, puesto que son portadores de modelos difíciles de interpretar correctamente por parte de audiencias que no comparten su legado cultural y por tanto pueden ver decepcionadas sus expectativas. Se trata de un riesgo intrínseco a cualquier forma de comunicación intercultural y multilingüe; con todo, la tendencia homologadora del monolingüismo corre el riesgo de hacer pasar por alto el hecho de que la diversidad lingüística expresa una pluralidad de visiones del mundo.

Ammon (2007) conjetura que, en general, la prevalencia del monolingüismo podría haber producido una aculturación de los lectores no angloparlantes a la organización anglosajona de los textos, de ahí la tendencia a preferir textos escritos en inglés y sobre todo por angloparlantes, porque estarían estructurados conforme a convenciones retórico-discursivas que refuerzan sus conocimientos, creencias y valores. Una manera de facilitar una mejor recepción de la diversidad podría ser el reconocimiento “[of] the non-native speaker’s right to linguistic peculiarities” (Ammon, 2001: 356)8 por parte de las revistas académicas, acostumbrando y reacostumbrando a los lectores (y a los revisores) a no percibir estas peculiaridades como un elemento negativo y capaz de afectar negativamente la evaluación de la calidad del contenido. A este respecto, compartimos lo que apunta un revisor en cuanto a la responsabilidad que deberían asumir las revistas, en un comentario que valora la calidad de la investigación a la vez que identifica (pero mantiene bien separados) los problemas lingüísticos del texto:

 

The second potential problem is language [...] In fact, the entire paper would benefit from a thorough edit, probably best done by your journal. The paper would be worth it, and this is probably one of the costs of globalization that journals like yours will have to bear if it is serious about fishing in a seriously international intellectual pool. In particular, giving Anglophone readers access to Lusophone research of this quality would make it worth it (Lillis & Curry, 2010: 159, énfasis añadido).9

 

 

5. Sobre el llamado “parroquialismo” en el proceso de publicación

 

Al analizar las razones de la invisibilidad de los estudiosos no angloparlantes, Flowerdew (2007) identifica factores distintos de la barrera lingüística, pues observa que en muchos países periféricos el inglés es un legado colonial que sobrevive como segunda lengua en las esferas prestigiosas de la comunicación. Entre las dificultades que experimentan los estudiosos periféricos está el fenómeno que el mismo autor califica de “parroquialismo”, es decir, la incapacidad de aportar una respuesta adecuada y actualizada a las preguntas de investigación debatidas en su momento (Flowerdew, 2001). La razón de este límite sería en primer lugar logística: vivir en la periferia del mundo equivale a quedarse relegados a la periferia de la investigación, puesto que los investigadores permanecen excluidos de las redes que permiten interactuar con otros colegas fuera de la esfera local y apenas tienen acceso a referencias actualizadas debido a carencias infraestructurales o financieras. Es más, las escasas relaciones con el resto de la comunidad académica redundan en una exposición insuficiente al discurso académico, que termina deteriorando el dominio de este registro y la calidad lingüística de los trabajos sometidos al proceso de publicación (Flowerdew, 2007: 16–17).

Por otra parte, tal como apuntan Lillis y Curry (2010: 141), es interesante también indagar bajo qué condiciones los estudiosos de la periferia consiguen publicar, y a este respecto distinguen entre localidad marcada y no marcada, entendiendo por localidad marcada “[an] explicitly non-Anglophone centre which stand[s] in contrast to unmarked locality, localities which are Anglophone centre”.10 Lillis y Curry, a partir de un estudio etnográfico longitudinal sobre el proceso de publicación de la investigación de cincuenta estudiosos de educación y psicología basados en Europa central y meridional, concluyen que “outside non-Anglophone contexts locality is always marked; [it] cannot be avoided and [...] requires justification. Most obviously, reasearch writings with marked locality may not be recognized as relevant globally and may be construed as locally bounded, that is, to local interests and therefore ‘parochial’” (2010: 144-145).11 Según afirman las autoras, la marcación local se suele ver revalorizada por los intermediarios en el proceso de publicación solamente destacando sus puntos de contraste o planteándola como término de comparación con respecto a estudios realizados en los Estados Unidos, es decir, subrayando su otredad. Parece entonces que muchos estudiosos de la periferia sufren una doble forma de parroquialismo: por una parte, experimentan dificultades insalvables a la hora de relacionarse con el resto de la comunidad académica; por otra parte, cuando consiguen que su trabajo salga del entorno local, corren el riesgo de que su investigación sea considerada marginal o irrelevante por la tendencia de los gatekeepers (‘guardianes’) de la publicación a sobrevalorar lo que produce el centro, explotando la equivalencia internacional / inglés / alta calidad que comentamos arriba, lo cual no es sino otra forma de parroquialismo ejercida desde arriba (y por ello, si cabe, más perniciosa aún).

 

 

6. Lengua del poder y poder de la lengua

 

Sin lugar a duda, por tanto, la escasa representatividad del español (y de otras lenguas) como medio de comunicación científica deriva de factores no lingüísticos: el español está ausente de la investigación porque una gran mayoría del mundo hispánico se encuentra en la periferia de la innovación científica y tecnológica. El carácter monocéntrico del desarrollo tecnológico reciente ha impulsado un desarrollo sin precedentes de la lengua inglesa, esto es una ventaja competitiva para sus hablantes nativos, que por ello en su interés la promueven activamente. Phillipson (1992) interpreta la situación actual como el producto de una política de hegemonización activa impuesta a través de la lengua, que este autor define como “imperialismo lingüístico”. Ferguson (2007: 13) objeta que esta tesis sobrevalora las posibilidades de una acción de política lingüística desde arriba, dejando de lado el papel que han desempeñado organizaciones, comunidades e individuos no anglófonos en la difusión del inglés, adoptado eminentemente por su valor instrumental.

Precisamente el caso de España es ejemplar en este sentido: la política lingüística implementada por la comunidad catalanoparlante confirma cómo el inglés puede ser adoptado para revitalizar las lenguas regionales, evitando recurrir a una lengua –en este caso el castellano– a la que los hablantes atribuyen un valor simbólico negativo. En las regiones catalanoparlantes y en especial en Cataluña, el catalán se ha impulsado hasta el punto de que se ha convertido en la lengua de la comunicación científica intrarregional, mientras que el inglés cumple la función de código de la comunicación científica hacia el exterior (Hamel, 2007: 65). Se trata de una especialización funcional ya propuesta por Crystal (2005), quien afirma que la adopción del inglés como medio de comunicación hacia más allá de la frontera no amenaza la presencia de las lenguas locales como herramienta de expresión identitaria de una comunidad. El mismo investigador agrega que el policentrismo de esta lengua tiende a mitigar la asimetría entre nativos y no nativos, pues los primeros ya son una minoría, además de que “it is plain that no one can now claim sole ownership” (2005: 141).12 Sin embargo, este argumento parece olvidar que el prestigio de una lengua no está determinado por el número de hablantes que tiene, sino por quiénes son estos hablantes y en qué contextos se habla una lengua y, por tanto, cualquier consideración de carácter sociolingüístico no puede prescindir del binomio lengua-poder, que en cambio Crystal (2005) tacha de anacronismo.

A estas alturas algunos estudiosos se preguntan, más allá de las dificultades que esta situación plantea para los investigadores no anglófonos, si y en qué medida la tendencia al monolingüismo puede ser perjudicial en el plano epistemológico. Aun admitiendo que se trata de un argumento controvertido, Hamel advierte que “la reducción de la diversidad a una sola lengua en la producción de modelos, temas y estrategias de investigación llevaría, desde una perspectiva ecológica, a un empobrecimiento riesgoso del desarrollo científico mismo, especialmente en las ciencias sociales y humanas” (2013: 325). Respecto a las regiones hispanoparlantes de América Latina, esta tesis es el presupuesto para un esfuerzo de recuperación de los saberes ancestrales a través de incentivos a la formación y a la educación en las lenguas indígenas, marginadas durante siglos o incluso desaparecidas debido a una política de opresión en la que el español fue el killer language (‘lengua asesina’). Más en general, nos parece que la cuestión es más acuciante para lenguas y culturas muy distantes de las lenguas europeas, que en cambio han contribuido históricamente a la construcción de la tradición científica occidental y comparten con ella el planteamiento de fondo. Ammon (2007) tiende a excluir la posibilidad de un impacto negativo del monolingüismo en la construcción de la teoría y de la metodología, pero admite que una menor cantidad y pluralidad de voces puede llevar a un empobrecimiento de la creatividad, que es el motor de la investigación.

 

 

7. Reflexiones finales

 

Aunque parece evidente que la tendencia al monolingüismo en la ciencia es el resultado de una actividad de promoción activa por parte del mundo angloparlante y asimismo es un factor que contribuye a profundizar la desigualdad a través de los mecanismos de exclusión que acabamos de esbozar, un factor igualmente determinante es el aumento de la producción en inglés por parte de estudiosos no angloparlantes que, secundando pragmáticamente una tendencia en marcha, han “concedido y entronizado el papel del inglés como lengua de proyección internacional” (Vivanco, 2010: 277). Una opción para paliar las dificultades que la situación actual presenta para los estudiosos de la periferia (incluida la hispanohablante) podría ser la traducción al inglés de sus trabajos académicos. Esta práctica es, teóricamente, muy deseable, puesto que permitiría a los estudiosos seguir escribiendo en su lengua, contribuyendo a su vitalidad, y a la vez adaptarse a una situación –la de la tendencia al monolingüismo en la academia– que nos parece irreversible. Sin embargo, hay mucho recelo al respecto por los costes que conlleva la práctica traductora (especialmente en un momento de recortes de fondos para la investigación en muchos países) y por los resultados deficientes que en muchas ocasiones produce. La calidad de las traducciones a veces no es satisfactoria porque los trabajos académicos son textos muy especializados, de nicho, cuya traducción requiere de conocimientos enciclopédicos muy específicos que es muy difícil encontrar en un profesional de la traducción (Lillis & Curry, 2010: 95). Además, el traductor no suele modificar la macro-estructura retórico-discursiva del texto, por tanto, en el proceso de publicación incluso una traducción lingüísticamente excelente, pero no naturalizante13 (es decir, no modelada según las pautas discursivas de la lengua-cultura meta), a la hora de la evaluación puede resentirse de la transferencia de elementos retórico-argumentativos procedentes de la cultura de escritura de origen del investigador.

A nuestro entender, lo más deseable sería precisamente que una traducción de este tipo no fuera naturalizante, sino más bien que actuara como agente de cambio privilegiado para contribuir a la penetración de otras perspectivas en la cultura meta. Por otra parte, esto requeriría una mayor disponibilidad a tolerar (si no a valorar) la diferencia por parte de los lectores (en primer lugar los intermediarios en el proceso de publicación), tal como mencionamos antes. En este sentido, el camino de la traducción de textos académicos para la publicación está tan plagado de dificultades como la redacción de un texto en lengua extranjera por parte de su autor. Quizás sea más eficaz la solución por la que abogan Moreno, Rey-Rocha, Burgess, López-Navarro y Sachdev (2012), es decir, entrenar de forma reglada a los investigadores a la escritura académica en inglés concienciándolos sobre las diferencias socio-culturales que se han identificado entre las dos culturas de escritura, a partir de estudios de retórica intercultural sistemáticos, rigurosos y a gran escala.

Esto dicho, no creemos que se deba renunciar a fomentar una producción científica multilingüe, en beneficio de una multiplicidad de enfoques, lo que por cierto beneficiaría a todos, incluso a las comunidades investigadoras angloparlantes, que también corren el riesgo de encerrarse en una perspectiva parroquialista, equivocando lo inglés por lo internacional y el “centro” por el mundo. Para ello, confiamos mucho en las posibilidades de un fenómeno market-driven (‘guiado por el mercado’) y nacido desde abajo, en internet y la comunicación digital, que pueden contribuir a democratizar la investigación, superando, de entrada, muchas barreras logísticas e infraestructurales que obstaculizan la puesta en común del conocimiento científico. Internet permite a todos los investigadores contar con material de estudio que de otra forma sería inaccesible desde los canales “oficiales”, incluyendo la llamada literatura gris, así como también permite poner a disposición las publicaciones, aceptando sin filtros el tamiz de los lectores, sin pasar por el control estricto (y sesgado) que ejercen los índices bibliométricos. Con todo, no pretendemos negar la necesidad de desarrollar baremos de evaluación cuantificables y pactados, pero consideramos que la creación de nuevos canales de propagación del saber puede multiplicar las oportunidades de revalorizar aportaciones valiosas que por varias razones podrían quedar desconocidas, mitigando parcialmente los mecanismos inicuamente excluyentes que el monolingüismo contribuye a perpetuar.

 

8. Referencias

 

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Notas

 

1 “[Algunos] lingüistas […] buscan universales lingüísticos apoyándose únicamente en la literatura científica en inglés, o incluso –lo que parece más problemático– en el análisis de la sola lengua inglesa.” [Las traducciones de las citas son de la autora. N. del E.]

2 “Aunque hay evidencia de que ‘internacional’ se utiliza para referirse a contextos de publicación no nacionales, el desplazamiento del significante inglés hacia internacional y viceversa, al que se le atribuye un estatus superior, puede traicionar el valor superior asignado a la etiqueta ‘inglés’ en muchas instituciones [...] En muchos países este valor se fomenta a través de sistemas formales e informales de incentivos a la producción científica para fines de remuneración, avances de carrera y obtención de becas de investigación.”

3 Dada la menor velocidad de obsolescencia de los resultados, en las humanidades y en las disciplinas sociales se publican muchos más volúmenes que en las ciencias experimentales. Estas publicaciones, sin embargo, quedan excluidas de los repertorios bibliográficos, que recogen solamente las revistas (Cindoc, 1998).

4 En el extremo opuesto respecto de las ciencias experimentales, y por ello difícilmente traducibles, se hallan la filosofía y las ramas del derecho más vinculadas a las respectivas tradiciones jurídicas nacionales. Una parte importante del discurso filosófico y jurídico no solo está impregnada de la tradición intelectual del país de origen, sino que está construida en la lengua en la que se formula.

5 “Los buenos científicos que no cumplen los estándares de escritura en inglés que demandan los directores de las revistas se ven privados de la oportunidad de diseminar sus opiniones y aportes a través de las redes de información globales. La ciencia, por lo tanto, pierde su contribución.”

6 La mayor cantidad de estudios sobre el discurso académico escrito testimonia la primacía de la escritura.

7 A este respecto, es importante apuntar la necesidad de comparar corpus homogéneos desde el punto de vista de la cultura disciplinar. Desde el cotejo de artículos procedentes de ámbitos del conocimiento muy diferentes podrían surgir diferencias que no dependen de diferencias socioculturales. El estudio a larga escala de Moreno, Rey-Rocha, Burgess, López-Navarro y Sachdev (2012) controla, entre otras, la variable área disciplinar y concluye que el nivel de dominio lingüístico influye más sobre la percepción de la dificultad de los estudiosos españoles a la hora de escribir en inglés que la familiaridad con las pautas de escritura académica dentro de la disciplina de referencia.

8 “[Del] derecho del hablante no nativo a mantener sus peculiaridades lingüísticas.”

9 “El segundo problema potencial es la lengua. [...] Efectivamente, el trabajo entero se beneficiaría de una revisión completa, quizás mejor si la llevara a cabo la revista. El artículo lo merecería, y este es tal vez uno de los costes de la globalización que revistas como la de ustedes deberían asumir si de veras piensan aprovechar un colectivo intelectual auténticamente internacional. En concreto, valdría la pena dar a los lectores angloparlantes acceso a investigación lusohablante de esta calidad.”

10 “[Un] centro explícitamente no anglófono que se halla en contraste con la localidad no marcada, es decir la que pertenece al centro anglófono.”

11 “Fuera de los contextos no angloparlantes la localidad está siempre marcada; no puede evitarse y [...] debe ser justificada. Lo más obvio es que la investigación que se caracteriza por una localidad marcada pueda reconocerse como no relevante a nivel internacional y por tanto ser conceptualizada como vinculada a lo local, es decir, a intereses locales y por ende ‘parroquial’.”

12 “Es evidente que nadie puede reivindicar la propiedad exclusiva.”

13 Entendida en el sentido de Venuti (2005: 20) como “ethnocentric reduction of the foreign text to target-language cultural values, bringing the author back home” (“reducción etnocéntrica de un texto extranjero a los valores culturales de la lengua meta, llevando al autor ‘a casa’ del lector”).

 

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