Estudios de Lingüística Aplicada

Rebeca Barriga Villanueva (Ed.) Lenguaje en movimiento. México: El Colegio de México, Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios, 2016. 197 págs. (Cátedra Jaime Torres Bodet. Estudios del lenguaje, 11)

María José Rocha del Castillo

Escuela Nacional de Lengua, Lingüística y Traducción,
Maestría en Lingüística Aplicada

Lenguaje en movimiento reúne las investigaciones de cinco jóvenes autores en torno al desarrollo del lenguaje infantil a nivel de la fonética y la fonología, la morfosintaxis, el léxico, la semántica y la pragmática, para mostrar de la forma más completa posible el imbricado camino que supone este proceso.

Bajo la cuidadosa edición de Rebeca Barriga, este libro va develando cómo los autores buscan explicaciones tanto teóricas como metodológicas para distintos fenómenos del desarrollo lingüístico en español, en el caso de cuatro de las investigaciones, y en purépecha, en una de ellas. En este sentido, cada capítulo es el resultado de una discusión teórica que se complementa con un estudio de caso donde se refleja la preocupación por abordar dichos temas y se invita a la réplica de los experimentos.

El prólogo de Rebeca Barriga Villanueva, editora de este número de la serie Estudios del Lenguaje, lleva el título de “Ires y venires del desarrollo lingüístico infantil”. Con él, se abre este interesante libro y se explica su origen, desarrollo e interés, así como la motivación de la editora para reunir los trabajos de cinco autores (en su tiempo doctorandos y ahora algunos ya doctores) en una publicación que lleva el sello de la calidad de El Colegio de México. Tras un breve y consistente resumen de cada uno de los capítulos, Barriga Villanueva expone las inquietudes teóricas en las que se enmarca este libro y el valor que exhibe dicho conjunto al establecer “un diálogo consistente con los autores especializados que nutren los trabajos con sus teorías que se ponen en juego” (p. 20).

Las investigaciones aquí reunidas siguen un orden de presentación doble: primero, se aprecia un corte de edad, pues en los dos primeros capítulos se analiza el desarrollo temprano del lenguaje (los colaboradores de las investigaciones tienen entre 1,5 y 6,6 años), mientras que en los últimos tres, las investigaciones giran en torno al desarrollo del lenguaje en edades escolares (de los 6 a los 12 años). El segundo orden lo dictan los niveles de la lengua analizados en cada capítulo, de modo que el lector tiene una sensación de progresión al recorrer el libro: en el primer capítulo se examinan los rasgos pragmáticos impresos a nivel fonético; en el segundo se prioriza el nivel morfológico (que se vincula con la sintaxis); en el tercer capítulo se estudian los rasgos semánticos del léxico en el lenguaje infantil; en el cuarto se analiza la sintaxis; mientras que en el quinto y último capítulo se tratan los recursos semánticos y sintácticos. Dicho orden de presentación no es azaroso y constituye otra muestra del cuidado puesto en la edición.

El primer capítulo estuvo a cargo de Carlos Ivanhoe Gil Burgoin y lleva el título de “La configuración ascendente de la entonación no asertiva en el español: un acercamiento cualitativo a su adquisición”. En él se conjunta la teoría de la adquisición interaccionista con la teoría pragmática de los actos de habla (que el autor retoma de Snow) para explorar el desarrollo de la entonación en niños de entre 1,5 y 2,9 años de edad. A partir del modelo de la evolución de las necesidades pragmáticas de Bates, Camaioni y Volterra, Gil Burgoin muestra que el desarrollo pragmático de niños es muy temprano y se manifiesta en los aspectos fonéticos de la entonación mucho antes que la aparición de la sintaxis, aunque cuando esta última surge ya existe una consolidación de los aspectos fonéticos que manifiestan la pragmática.

En el estudio de Gil Burgoin se discute y se pone a prueba la teoría sobre el desarrollo pragmático; para ello se recurre al análisis cualitativo de los datos obtenidos por medio de la observación de cuatro niños. Se parte de la idea de que la configuración ascendente de la entonación en español corresponde a los enunciados no declarativos; dicho tipo de configuración entonativa ofrece información más valiosa que la configuración descendente (vinculada con los enunciados declarativos), pues no solo aparece más tardíamente (alrededor de los 9 meses), sino que reafirma la idea de que primero se asimila la realidad y luego es posible cuestionarla y llevar a cabo otros actos de habla.

El capítulo de Gil Burgoin presenta una metodología sólida, un análisis muy riguroso de los datos y una discusión bien argumentada en continuo diálogo con la teoría, que logran convencer al lector de la plausibilidad de sus resultados y de la pertinencia de las bases teóricas de su trabajo.

El segundo capítulo, titulado “Caracterización del sujeto gramatical en la adquisición y desarrollo del español como lengua materna”, fue elaborado por Glenda Zoé Lizárraga Navarro. En él se estudia el desarrollo de la marcación morfológica del sujeto en el verbo en español. Desde una aproximación cognitiva basada en las propuestas de Tomasello, se exploran diferentes caracterizaciones sintácticas y pragmáticas del sujeto en esta lengua (siguiendo las ideas de van Valin) y se describe cómo esto se observa en el desarrollo del lenguaje.

La justificación que presenta la autora para este estudio es doble y comprende tanto la falta de investigaciones sobre este tema como el interés de trabajar la forma no marcada para expresar el sujeto en la lengua española: las marcas morfológicas de número y personas en el verbo.

A lo largo de una exposición clara y sencilla, Lizárraga Navarro discute la teoría sobre el desarrollo de la sintaxis de Tomasello; con ello logra no solo avalar la pertinencia de retomar la propuesta de dicho autor, sino también llegar a interpretaciones complejas de sus propios resultados.

Para su trabajo, la autora analizó los datos recabados basándose en dos pruebas aplicadas a tres niños: David, de 2,9 años, Julia, de 5,2 y Renata, de 6,6. Dicha información se analizó tanto cuantitativa como cualitativamente, y entre las observaciones más interesantes destacan que la producción de sujetos implícitos es dominante desde edades tempranas, que los sujetos explícitos aparecen primero como las frases nominales, específicamente como nombres propios, y que la disminución en la frecuencia de aparición de las frases nominales refleja un proceso de complejización simbólica, es decir que los elementos usados cumplen una función de representación y no de referencia.

Antes de concluir, Lizárraga establece un punto muy valioso de su investigación; se trata de un primer esbozo de análisis de otros elementos relacionados con la caracterización del sujeto gramatical en español, tales como la valencia verbal, la posición del sujeto y la complejidad oracional. Dichos elementos son posibles salidas de investigación y reflejan un interés genuino por el tema.

En el caso del capítulo tres, Erik Daniel Franco Trujillo trabaja las definiciones proporcionadas por niños de edad escolar acerca de diez palabras de emociones, sensaciones y sentimientos. Su escrito se titula “Definiciones de palabra sobre emociones, sensaciones y sentimientos en niños de edad escolar” y muestra los resultados de las entrevistas semidirigidas hechas a seis niños hablantes de español.

Franco Trujillo se interesó por estudiar las definiciones de sustantivos abstractos ya que, por una parte, “al poner a prueba nuestra lengua materna en diferentes circunstancias actualizamos, descubrimos y aprendemos a usar las palabras en distintas situaciones comunicativas para diferentes finalidades” (p. 77) y, por otra, esta tarea es mucho más compleja que la de definir sustantivos concretos cuyo referente puede ser tangible.

El autor parte de la propuesta de definición aristotélica que retoma Nippold como un ideal: “X es un Y que Z”, donde X es el concepto a definir, Y es su hiperónimo y Z las características particulares de X. Así evalúa los datos recabados en entrevistas hechas a un infante de cada uno de los seis grados escolares en la Escuela Primaria Victoriano Guzmán, ubicada al sur de la Ciudad de México.

Franco Trujillo expone un análisis de los datos exhaustivo, sistemático y detallado, que le permite observar una complejización en las definiciones de los niños conforme a su grado de escolarización y concluir que es incuestionable la incidencia de las experiencias personales en el proceso de construcción del significado del léxico.

El trabajo de este autor ofrece una metodología pertinente para el estudio que se lleva a cabo; sin embargo, es necesario apuntar que en los criterios de análisis se debió explicar que la puntuación era acumulativa, de modo que diez puntos eran el puntaje máximo esperado, y no cuatro, como sugiere la falta de esta nota.

El cuarto capítulo, “El infinito narrativo de la lengua purépecha en los relatos infantiles”, presenta la investigación de Alejandra Aranda Herrera. En él se detalla el análisis de las narraciones de niños de 1º, 3º, 4º y 6º año de primaria hablantes nativos de purépecha que asisten a una escuela bilingüe de la comunidad de Carapan, Michoacán, con el fin de estudiar la distribución y el contexto de aparición del infinitivo narrativo en sus producciones. Para ello, la autora presenta de forma muy sencilla y clara los aspectos fundamentales de la lengua purépecha, de modo que el lector se familiarice con las características de la lengua suficientes y necesarias, para así entender la pertinencia y la relevancia de este estudio; luego detalla la metodología para recabar el corpus y las categorías de análisis; en seguida expone el análisis exhaustivo de los datos y de los resultados; y por último, expone sus consideraciones finales.

El estilo de escritura ameno en el que está escrito el texto hace posible que el lector entienda enseguida los conceptos clave, a saber, que el uso del infinitivo narrativo en purépecha permite la omisión de marcas de aspecto, tiempo y modo en el verbo a nivel sintáctico, lo que a nivel semántico se traduce como una mayor coherencia en el texto. Además, cada una de las partes está descrita a detalle y aborda de forma crítica la teoría para presentar una metodología apropiada. Sin embargo, hubiera sido ideal incluir más datos sobre los aspectos de la narración que se consideraron en el estudio, ya que esta información es transcendental porque constituye la base de todo el análisis.

Aranda Herrera concluye que el infinitivo narrativo está ausente en las introducciones de todas las narraciones; de forma similar, los verbos finitos están ausentes en los desenlaces de las mismas, de modo que son mutuamente excluyentes en esas partes de la narración. Además, conforme los niños avanzan en la escolarización, la aparición del infinitivo narrativo se vuelve más consistente y frecuente.

Finalmente, se presenta el quinto capítulo, “La ambigüedad en el desarrollo lingüístico infantil”, escrito por Luis David Meneses Hernández. El autor se enfoca en la ambigüedad estructural (la más compleja), que es “aquella que se genera desde la interacción de los componentes sintácticos y semánticos de una estructura lingüística dada” (p. 149), pero no desatiende la ambigüedad léxica (la más simple).

Desde un acercamiento metodológico, Meneses Hernández propone una forma de trabajar un tema de gran complejidad teórica, para ello se vale de una batería de oraciones con ambigüedad léxica, sintáctica y de alcance (estas dos últimas forman lo que el autor define como ambigüedad estructural), y sin ambigüedad; así como de una serie de dibujos que ilustran las posibles interpretaciones de las oraciones. En entrevistas individuales y grupales hechas a niños de 1º, 3º y 5º año de una primaria privada en Xalapa, Veracruz, el autor busca analizar si los infantes son capaces de ver la ambigüedad y de procesarla, si hay una progresión a nivel de la complejidad de aquello que los niños interpretan y si el andamiaje proporcionado en la entrevista grupal entre los participantes tiene algún impacto en el procesamiento de la ambigüedad.

Tras una explicación de la teoría, una exposición pormenorizada de la metodología y los criterios de análisis y una discusión exhaustiva de los resultados cualitativos y cuantitativos obtenidos, el autor propone que la ambigüedad léxica es procesada desde el primer año escolar, pero no hay datos consistentes que permitan afirmar que la distinción de la ambigüedad sintáctica es anterior a la de alcance o que el desarrollo de ambos procesamientos es paralelo. Además, la ambigüedad fue más fácilmente reconocida y aceptada por los niños cuando se les entrevistó colectivamente que cuando la entrevista fue individual, de modo que la “capacidad para reconocer la ambigüedad está latente, esperando el estímulo adecuado para desarrollarse” (p. 182).

Meneses Hernández concluye su texto con una breve reflexión acerca de la importancia del conocimiento del mundo de los sujetos durante el desarrollo, pues este se encuentra en continuo diálogo con lo que el niño ya ha integrado a su sistema lingüístico y lo puede instar a aceptar o a rechazar interpretaciones. Asimismo, ofrece posibles salidas de investigación y temas relacionados con el procesamiento de la ambigüedad que resultarían relevantes para la investigación.

Al final del libro se incluyen los índices onomástico y temático a cargo de Omar Daniel Martínez Torres. En ellos se observa una cuidadosa inclusión de los autores que forman el sustento teórico de este libro y de términos pertinentes que dan cuenta de la riqueza y los aportes temáticos.

Este libro —que reanuda la serie Estudios del Lenguaje del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México, la cual busca impulsar las publicaciones de jóvenes investigadores— muestra un conjunto armonioso que pone en evidencia la compleja relación entre el sujeto en desarrollo y su entorno, así, una multitud de escenarios y actores muy diferentes entre sí conviven para señalar rutas de investigación que parecen apenas exploradas.

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