Estudios de Lingüística Aplicada

 

Aproximaciones cognitivas al estudio de la metáfora: teoría de la relevancia y teoría de la metáfora conceptual

 

Cognitive approaches to the study of metaphor: the relevance theory and the conceptual metaphor theory

Paula Morgado Fernández

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Instituto de Literatura y Ciencias de Lenguaje

paula.morgado@pucv.cl

Recepción del artículo: 13 de octubre de 2020

Aceptación: 23 de marzo de 2021

doi: 10.22201/enallt.01852647p.2021.73.977


Resumen

La metáfora ha sido objeto de reflexión en diversos campos del saber. Debido a ello, no posee una clara delimitación conceptual ni tampoco un consenso respecto de cómo se comprende. En el área de la lingüística existen dos desarrollos teóricos sobresalientes para el tratamiento de este fenómeno: la teoría de la relevancia y la teoría de la metáfora conceptual. El propósito de este artículo es contrastar dichas perspectivas de estudio con el objetivo de describir sus lineamientos epistemológicos y objetivos teóricos. Los resultados demuestran que ambas propuestas integran el sustrato cognitivo en el tratamiento de la metáfora, solo que en diferente medida. La teoría de la relevancia se interesa por el proceso de generación e interpretación del enunciado metafórico, mientras que, para la teoría de la metáfora conceptual, las metáforas estructuran todo el sistema conceptual por medio del cual pensamos y actuamos.

Palabras clave: sistema conceptual; teorías cognitivas; expresión metafórica

Abstract

Metaphor has been the subject of reflection in various fields of knowledge. For this reason, it has neither a clear conceptual delimitation nor consensus regarding how it is understood. However, in the area of linguistics there are two major theoretical approaches for the treatment of this phenomenon: the relevance theory and the conceptual metaphor theory. This theoretical review aimed to contrast these study perspectives from the discussion of a comparative table. The results show that both theories integrate the cognitive foundation in the treatment of the metaphor, but to a different extent. The relevance theory focuses on the process of generation and interpretation of the metaphorical statement; in the conceptual metaphor theory, metaphors organize the entire conceptual system through which we think and act.

Keywords: conceptual system; cognitive theories; metaphorical expression

1. Introducción*

 

La metáfora ha sido objeto de permanente reflexión teórica en diversos campos de estudio. En la tradición aristotélica este fenómeno era entendido como un proceso de desplazamiento, mediante el cual se le asignaba el nombre de una cosa a otra (Aristóteles, 1959) y estaba circunscrito estrictamente a dos ámbitos: la poética y la retórica. De acuerdo con esta perspectiva, la metáfora es ante todo un fenómeno léxico que se produce a nivel de la palabra y su función nominativa, pues constituye un desplazamiento del referente. Posteriormente, Ortega y Gasset distingue en su ensayo “Las dos grandes metáforas” (1924) dos usos de la metáfora, a saber, científico y poético. El primero ocurre cuando un investigador, cualquiera que sea su área de pensamiento, recurre a la metáfora para denominar un descubrimiento nuevo o para crear un concepto científico; el segundo uso constituye un medio para aprehender, por medio de referentes próximos, y cotidianos, aquello que es complejo de comprender. Este autor propone que la metáfora no solo es un mecanismo ornamental, sino que constituye parte del pensamiento y del intelecto (Ortega y Gasset, 1924).

Pese a que las discusiones tradicionales en torno a la metáfora surgieron de retóricos y filósofos (Samaniego Fernández, 1996; Villa, 2018), durante el siglo xx la lingüística moderna también se interesó por el estudio de este fenómeno. En esta disciplina la metáfora gozó de un renovado interés al ser valorada como un mecanismo lingüístico que se utiliza tanto en la comunicación cotidiana de una lengua como en el discurso divulgativo y especializado de las ciencias (Boyd, 1993; Ciapuscio, 2011; Knudsen, 2003; Lakoff & Johnson, 1980; Villa, 2018). Ahora bien, si hay algo que ha caracterizado la reciente eclosión de estudios sobre la metáfora en este campo es la heterogeneidad de paradigmas y enfoques bajo los cuales se considera.

Según los estudios tradicionales de la semántica léxica, las metáforas significan convencionalmente de manera no literal. Por ello, requieren solo de interpretación semántica, y no pragmática, en el contexto sintáctico, pues no vehiculan significados implícitos que haya que comprender en relación con una situación comunicativa específica (Del Teso, 2002). Sin embargo, la metáfora ha tenido un importante desarrollo en estudios de pragmáticos a través de los planteamientos de Grice (1975), Searle (1975, 1983) y Sperber y Wilson (1986). Para Grice la metáfora es una transgresión deliberada de la máxima de calidad del principio de cooperación, en otras palabras, una desviación de la norma “Try to make your contribution one that is true”1 (Grice, 1975: 51). Ante dicha infracción, el oyente asume que el enunciado no es verdadero y que se ha violado la máxima con el propósito de recuperar características no literales de la proposición. Por su parte, Sperber y Wilson (1986) retoman la idea de Grice al proponer que en una metáfora la forma proposicional del enunciado solo comparte algunas propiedades lógicas con la forma proposicional del pensamiento, esto es, el enunciado no es estrictamente literal. No obstante, atribuyen la emisión de este tropo a la búsqueda del principio de relevancia por parte del hablante. Searle (1975, 1983) concuerda con el carácter figurativo del fenómeno, sin embargo, puntualiza que en este caso el oyente obtiene el sentido metafórico a través de inferencias que genera al reconocer la intencionalidad del emisor, por medio del contexto inmediato de emisión y de su conocimiento previo.

Por otro lado, en el campo de la lingüística cognitiva la metáfora no es considerada un mero recurso retórico y poético, sino un mecanismo cognitivo que estructura el sistema conceptual a través del cual pensamos y actuamos (Lakoff & Johnson, 1980; Lakoff, 1993; Kövecses, 2000; Rivano, 1997). Las metáforas se encuentran presentes en las interacciones comunicativas cotidianas por medio de las expresiones metafóricas, que son reflejo lingüístico de la organización del sistema conceptual humano. El pragmatista Levinson (1983) había afirmado que la pragmática por sí sola no podía ofrecer una explicación acabada acerca de este fenómeno, que afecta la capacidad psicológica general del ser humano y, por ende, a todos los dominios de la vida. En consecuencia, desde su perspectiva, la pragmática y los estudios cognitivos requieren de mutuo apoyo para explicar a cabalidad el proceso de interpretación metafórico.

A partir de estos antecedentes es posible afirmar que, al no ser la metáfora dominio de un solo campo, no posee una clara delimitación conceptual ni tampoco un consenso respecto a cómo se comprende. Esta situación también se produce dentro del ámbito de la lingüística, ya que su tratamiento varía según cada paradigma. No obstante, en esta disciplina existen dos teorías sobresalientes para el tratamiento de este fenómeno, pertenecientes a la pragmática cognitiva y a la lingüística cognitiva: la teoría de la relevancia de Sperber y Wilson (1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004) y la teoría de la metáfora conceptual de Lakoff y Johnson (1980, 1999), respectivamente. Ambas constituyen marcos conceptuales destacados por su precisión conceptual y metodológica.

Dado este contexto, el propósito de este artículo es contrastar dichas teorías, de corte cognitivo, con la finalidad de describir sus lineamientos epistemológicos y sus objetivos. A grandes rasgos, en la teoría de la relevancia de Sperber y Wilson (1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004) se presenta un mecanismo deductivo explícito para el procesamiento cognitivo de los enunciados metafóricos (Sperber &Wilson, 1986; 1994; Wilson & Sperber, 2004); mientras que en la teoría de la metáfora conceptual de Lakoff y Johnson (1980, 1999) se propone una visión fundamentalmente cognitiva de la metáfora, al considerarla un mecanismo estructurador de nuestro sistema conceptual, en términos del cual pensamos y actuamos (Lakoff & Johnson, 1980, 1999). Para llevar a cabo dicho propósito, se presenta una revisión bibliográfica sobre los aportes teóricos más relevantes de ambas perspectivas de estudio. Enseguida, se realiza una discusión mediante un cuadro con indicadores comparativos (paradigma, objetivo de la teoría, objeto de estudio, relación entre lenguaje y cognición, definición y tipos de metáfora, fenómeno lingüístico metafórico, noción de sujeto, alcance de la dicotomía literal / no literal), que pretende profundizar en los consensos y disensos de las teorías reseñadas.

 

2. Aproximaciones cognitivas al estudio de la metáfora

2.1. Teoría de la relevancia

La teoría de la relevancia (Sperber & Wilson, 1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004) parte de la orientación cognitiva de la pragmática, pues propone un mecanismo deductivo para dar cuenta de los procesos y estrategias que permiten el paso del significado literal a la interpretación pragmática de los mensajes. Esta teoría profundiza la siguiente idea fundamental de Grice (1975, 1989): una característica esencial de la mayor parte de la comunicación es la expresión y el reconocimiento de intenciones. Con este planteamiento Grice (1975, 1989) sentó las bases del modelo inferencial de la comunicación en contraposición al tradicional modelo del código (Shannon & Weaver, 1949). Según este último, un emisor codifica mediante una señal el mensaje que desea transmitir, mismo que a su vez es descodificado a partir de dicha señal por quien la recibe, esto mediante copias de un código idéntico que emisor y receptor comparten. Sin embargo, en la comunicación humana no existe una correspondencia biunívoca y constante entre las representaciones semánticas abstractas de las oraciones y las interpretaciones concretas de los enunciados. Ante ello, Sperber y Wilson (1986) proponen la comunicación ostensivo inferencial. Este tipo de comunicación supone la presencia de un estímulo ostensivo, es decir, de un comportamiento (enunciado, sonido, olor, imagen, etc.) producido para atraer la atención del receptor y enfocarla en las intenciones del emisor. En lo que concierne a la comunicación verbal, los autores consideran que en ella interactúan los dos tipos de proceso de comunicación: uno basado en la codificación y descodificación, y el otro en la ostensión y la inferencia. Ahora bien, el proceso de comunicación codificada no es autónomo, pues siempre está subordinado al inferencial e interviene solo en el proceso de descodificación lingüística.

Asimismo, Sperber & Wilson (1986) comparten con Grice (1989) la idea de que las emisiones generan de manera automática expectativas de relevancia que encaminan al oyente hacia el significado del mensaje del hablante. A propósito de ello, plantean un principio fundamental para su teoría: el principio de relevancia (1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004). La idea esencial de este fundamento es que la cognición humana siempre aspira a obtener la máxima relevancia de los estímulos con el menor coste posible de procesamiento. Así, un estímulo ostensivo será más relevante para un individuo en la medida en que los efectos contextuales que se consigan al procesarlo de forma óptima sean amplios, y según el esfuerzo cognitivo requerido para procesarlo de forma adecuada sea menor.

Como se mencionó anteriormente, la comunicación humana no es una simple cuestión de codificación y descodificación, sino que comprende un proceso bastante más complejo. De ahí que la teoría de la relevancia proponga un modelo general de comprensión para la comunicación verbal que incluya ambas modalidades de comunicación (codificación / descodificación y ostensivo / inferencial) y que permita explicar el comportamiento de cualquier estímulo ostensivo verbal. Siguiendo esta línea, un enunciado es una modificación perceptible del entorno físico hecha de manera intencional por un emisor y, por consiguiente, es un estímulo ostensivo que hace manifiestos una serie de supuestos cognitivos. La tarea primordial de la pragmática consiste entonces en explicar cómo se lleva a cabo la tarea del oyente. En el ejemplo del enunciado (1): ¿cómo puede Bruno identificar un conjunto de supuestos utilizando como premisa el enunciado de Ana, además de la información contextual?

 

(1) Ana le dice a Bruno “se va a enfriar la cena”.

 

Sperber y Wilson (1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004) proponen un modelo general que explica el procedimiento de comprensión de un enunciado. En este proceso el objetivo del oyente es elaborar una hipótesis sobre el significado que satisfaga la presunción de relevancia trasmitida por el enunciado del hablante. Esta tarea global puede ser descompuesta en subtareas que constituyen un proceso online, elaborado en paralelo por el destinatario. La primera tarea es elaborar una hipótesis apropiada sobre el contenido explícito (explicatura). Para ello, el paso inicial es descodificar correctamente el enunciado y asignarle una forma proposicional única, lo cual, en el caso de (1), incluye resolver la ambigüedad de la oración (¿qué significa enfriarse?, ponerse frío o resfriarse), asignar referentes a cada expresión (a qué refiere “se”) y especificar la referencia de expresiones vagas (la frase “va a” puede precisarse con “pronto”). Posteriormente, el oyente también elabora una hipótesis de los supuestos e implicaciones contextuales que el emisor ha querido manifestarle sin expresarlo explícitamente (implicaturas). En el ejemplo (2) se ahonda en la elaboración de dichas implicaturas.

 

(2) Cristopher: ¿Has estado últimamente con Bruno?

Ana: Yo no me relaciono con mentirosos.

 

Como puede observarse (véase Cuadro 1), este proceso comprende los siguientes pasos: suplir premisas (Bruno es un mentiroso), combinar la premisa con el supuesto explícitamente comunicado (yo no me relaciono con Bruno) y utilizar todos los supuestos para obtener una conclusión implicada general (no he estado con Bruno últimamente).

 

 

Todo este procedimiento de comprensión también se aplica para la interpretación de enunciados metafóricos, como se explicitará en el siguiente apartado.

2.1.1. La metáfora en la teoría de la relevancia

En la teoría de la relevancia se da por supuesto que “todo enunciado es una expresión interpretativa de un pensamiento del hablante” (Sperber & Wilson, 1994: 282). Al ser una representación mental con forma proposicional puede utilizarse descriptiva o interpretativamente. Si se utiliza del primer modo, puede reseñar un estado de cosas del mundo real o un estado de cosas deseable; si se emplea del segundo, puede ser una interpretación de un pensamiento atribuido a alguien, o de un pensamiento que sería deseable concebir de una forma específica. Así, cada enunciado implica dos relaciones: una entre un pensamiento del hablante y su forma proposicional, y una de las cuatro relaciones posibles entre ese pensamiento y lo que representa.

Asimismo, para esta teoría, la metáfora constituye un tropo del discurso que surge de la búsqueda del principio de relevancia. El vínculo que implica un enunciado de este tipo entre la forma proposicional de un enunciado y el pensamiento que representa es una relación interpretativa. En la metáfora la forma proposicional del enunciado solo comparte algunas propiedades lógicas con la forma proposicional del pensamiento, por lo tanto, al no tener exactamente la misma forma proposicional, no es literal en sentido estricto. Sin embargo, según el principio de relevancia, el hablante siempre tiende a buscar la óptima pertinencia y no la literalidad. De hecho, existen situaciones en las que un enunciado literal no resulta sustancialmente relevante, porque el esfuerzo cognitivo necesario para procesarlo no se ve compensado por un beneficio en la información transmitida. Por ejemplo, si alguien dice “son las 5 de la tarde”, pero en realidad restan dos minutos para ello, no se pierde relevancia alguna.

En el caso anterior, que representa un uso aproximativo del lenguaje, y en el caso específico de las metáforas poéticas, se lleva a cabo exactamente el mismo procedimiento de interpretación reseñado en el Cuadro 1. Por consiguiente, al emitir el hablante un enunciado metafórico, el oyente construirá un supuesto interpretativo sobre la intención de este por medio de la elaboración de hipótesis sobre el contenido explícito, pero por sobre todo de la elaboración de hipótesis acerca de los supuestos e implicaciones contextuales. Ahora bien, cabe destacar que, en el proceso de comprensión de un enunciado metafórico en particular, se genera una mayor cantidad de implicaturas débiles, pues son necesarias para otorgarle un sentido claro a la interpretación.

Por otra parte, Sperber y Wilson (1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004) distinguen entre metáforas estereotipadas y creativas. La metáfora “esta habitación es un chiquero” constituye un tropo bastante estereotipado, ya que posibilita el acceso a un esquema enciclopédico con supuestos dominantes acerca de las pocilgas (establo para cerdos y lugar hediondo). Así, al ser procesado este enunciado en su contexto estereotípico produce la implicación fuerte de que la habitación está desaseada y desorganizada en demasía. La expresión de este enunciado incita al oyente a buscar una imagen de suciedad y desorden más allá de lo normal, de lo contrario el hablante simplemente hubiese expresado “esta habitación está muy sucia y desordenada”.

Una metáfora más creativa se presenta en la expresión “Marcelo es un tanque”. En el proceso de deducción de este enunciado no se presenta únicamente una implicatura fuerte, sino que se produce una amplia gama de implicaciones contextuales débiles relacionadas con la perseverancia, la insensibilidad, la fortaleza de Marcelo, entre otras. Esta interpretación supone relacionar las entradas enciclopédicas de Marcelo y de tanque, que normalmente no aparecen juntas en una relación de sujeto y predicado. Por lo tanto, la responsabilidad del oyente será mayor al tener que construir las implicaturas potenciales, aunque algunas de ellas serán descartadas rápidamente al no generar efectos contextuales relevantes para el individuo (por ejemplo, implicar que Marcelo es un camión de transporte). En consecuencia, cuanto más variada sea la gama de implicaturas, más creativa será la metáfora y mayor será su efecto poético. Esto debido a que el oyente puede ir más allá de la mera exploración del contexto inmediato, es decir, se consiguen interpretaciones adicionales que compensan el mayor esfuerzo de procesamiento.

En conclusión, para la teoría de la relevancia (Sperber &Wilson, 1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004), la metáfora es una explotación creativa de una dimensión general del uso del lenguaje. El principio de búsqueda de la óptima relevancia lleva al hablante a adoptar una interpretación menos literal de sus pensamientos para conseguir mayores efectos contextuales en la interpretación del oyente. Es así que este tropo del discurso no requiere de un procesamiento interpretativo especial, sino que responde a un proceso de deducción general utilizado en la comunicación verbal (Cuadro 1) (Sperber & Wilson, 1986).

2.2. Teoría de la metáfora conceptual

La teoría de la metáfora conceptual inició en el seno de la lingüística cognitiva con la publicación del libro Metaphors we live by de George Lakoff y Mark Johnson (1980). En dicha obra se propone que las metáforas no son solo un recurso de la imaginación poética o de un lenguaje extraordinario, sino que están integradas a la vida cotidiana. Esto se debe a que el sistema conceptual del ser humano es de naturaleza metafórica y, por ende, la manera en que pensamos, experimentamos y actuamos responde a este tipo de conceptualización. En definitiva, bajo este enfoque la metáfora se trata de un fenómeno universal de naturaleza cognitiva, que se refleja en el uso de la lengua a través de las expresiones lingüísticas metafóricas (Lakoff & Johnson, 1980, 1999).

Asimismo, la metáfora se define como un “fenómeno cognitivo en el que un área semántica o dominio se representa conceptualmente en términos de otro” (Soriano, 2012: 97). En este cruce entre dominios se utiliza el conocimiento de un campo conceptual, por lo general más concreto y cercano a la experiencia, para estructurar y comprender otro que suele ser más abstracto. Al primer dominio se le denomina fuente u origen y al segundo meta o destino. Por ejemplo, en la metáfora conceptual LAS DISCUSIONES SON GUERRAS el dominio de origen es GUERRA y el dominio meta, DISCUSIÓN (Lakoff & Johnson, 1980: 4–6); por tanto, se está concibiendo la discusión en términos de guerra. Dicha confluencia es responsable de una serie de expresiones lingüísticas como “me atacó con una batería de argumentos”, “ganó la discusión”, “destruiré sus argumentos” o “es un adversario peligroso”. Estas frases ponen en evidencia que una expresión metafórica (palabra, frase u oración) es solo la realización superficial de las correspondencias conceptuales y de los esquemas abstractos del pensamiento (Rivano, 1997).

Ahora bien, la generación de metáforas conceptuales está motivada por una base experiencial y/o la percepción de un parecido entre los dominios fuente y meta. Con respecto a la primera motivación, los dominios que se relacionan poseen una base experiencial común, es decir, co-ocurren en las interacciones del sujeto con el entorno. Un ejemplo de ello es el dominio CALOR que se utiliza para estructurar el campo semántico del AFECTO (una persona “cálida” es afectuosa; “comportarse con frialdad”), debido a las experiencias fisiológicas tempranas del ser humano con el cuerpo materno en el vientre y con el paterno a través de las caricias (Soriano, 2012). La segunda motivación puede ser real y objetiva siempre que los dominios fuente y meta guarden relación con respecto a su función o forma (por ejemplo, la semejanza de la luna con un globo o la forma de ratón del “mouse” informático); o puede ser percibida, en tal caso el parecido entre dos entidades diferentes se construye a partir de modelos culturales aprehendidos (por ejemplo, la relación entre un zorro y una persona inteligente según el rasgo cultural de la astucia). Por otro lado, también existen metáforas culturalmente convencionalizadas que no refieren a ninguno de los criterios motivacionales mencionados. Este es el caso de la conceptualización de la ira en términos de una sustancia caliente que genera presión en el cuerpo, bajo la metáfora LAS EMOCIONES SON SUSTANCIAS (Lakoff & Johnson, 1980), en la cual no existe ninguna relación inmediata entre la emoción abstracta y la sustancia concreta.

En concordancia con lo anterior, una metáfora conceptual exhibe un conjunto de asociaciones entre elementos de dos dominios, así como inferencias admisibles en la asociación. A las asociaciones se les denomina correspondencias ontológicas y a las proyecciones de conocimiento que permiten las inferencias se les denomina correspondencias epistémicas. Por ejemplo, en la metáfora EL TIEMPO ES DINERO se identifica la siguiente correspondencia ontológica: la persona que posee dinero se relaciona con la que posee tiempo; la epistémica se establece por medio de nuestro conocimiento de que el dinero es valioso y de que el tiempo, por ende, también posee valor. Esta metáfora conceptual genera expresiones lingüísticas como: “ganar tiempo”, “ahorrar tiempo”, “robar tiempo”, “hipotecar tu tiempo”, “invertir tiempo en algo”, entre otras (Soriano, 2012).

2.2.1. Tipología de metáforas

Según el paradigma cognitivo, la lengua constituye una ventana para el estudio de la cognición humana (Ibarretxe-Antuñano & Valenzuela, 2012). Es así que la manera más efectiva para identificar metáforas conceptuales —y para averiguar cómo funciona el sistema conceptual— es mediante el análisis de expresiones metafóricas. Cabe señalar que las metáforas conceptuales también pueden manifestarse a través de otros niveles de representación, como imágenes, gestos o artefactos multisemióticos, pero la evidencia lingüística constituye un material más patente, de ahí que sea la base de la teoría de Lakoff y Johnson (1980) para el estudio este mecanismo cognitivo.

A lo largo del desarrollo de esta metodología se han propuesto diferentes clasificaciones de los tipos de metáforas conceptuales. Los criterios utilizados para ello han sido su estructura (Ruiz de Mendoza Ibáñez, 1997, 2000), motivación (Grady, 1999), complejidad (Grady, Taub & Morgan, 1996), convencionalización (Lakoff & Johnson, 1980), función (Lakoff & Johnson, 1980), naturaleza del dominio fuente (Lakoff & Johnson, 1980) y generalidad (Lakoff & Turner, 1989).

 

 

Como se observa en el Cuadro 2, no existe un consenso respecto de los criterios de clasificación, sin embargo, son Lakoff y Johnson (1980) quienes han desarrollado mayormente el análisis de los tipos de metáforas. Estos autores proponen dos clasificaciones esenciales que refieren al grado de convencionalización de la metáfora y a su función (Lakoff & Johnson, 1980). El criterio de convencionalización da cuenta del uso dado a las metáforas. Esta separación no es categórica, más bien corresponde a un continuo entre ambos polos: convencionales y creativas; de igual modo, la utilización habitual de una metáfora permite fijarla como expresión idiomática, en tanto su inclusión reciente la clasifica como novedosa. En relación con la función que cumplen a nivel cognitivo, las metáforas se clasifican en estructurales, ontológicas y orientacionales. Las primeras consisten en organizar el dominio meta mediante la abundante estructura conceptual de la fuente (LAS DISCUSIONES SON GUERRAS, EL AMOR ES UN VIAJE); las segundas permiten conceptualizar entidades abstractas del mundo a partir de elementos concretos (LA MENTE ES UNA COMPUTADORA, LAS EMOCIONES SON SUSTANCIAS), y las terceras constituyen emparejamientos de un sistema total de conceptos con otros y corresponden a orientaciones espaciales (FELIZ ES ARRIBA, TRISTE ES ABAJO, ESTATUS ALTO ES ARRIBA). Estas distinciones tipológicas han sido ampliamente utilizadas en estudios que parten de la presente teoría cognitiva como marco conceptual (Ciapuscio, 2013; Crespo Fernández, 2008; Hernández, 2004; Kövecses, 2000; Meza, 2010; Planelles, 2014; Ramos, 2015; Santibáñez, 2009; Soriano, 2003; Volanschi & Kübler, 2011).

En conclusión, este enfoque cuestiona la concepción retórica y literaria sobre la metáfora. Lakoff y Johnson (1980, 1999) revelan el carácter cognitivo de este fenómeno al proponer que rige todo el sistema conceptual por medio del cual el ser humano piensa y comprende la realidad. En resumen, en la metáfora converge lo perceptual con lo conceptual, pues a partir de las experiencias corporales y sociales (dominio fuente) se exporta una estructura a dominios que carecen de ellas (dominio meta) (Rivano, 1997).

 

3. Comparación y discusión

 

En esta sección se establece una comparación entre ambas teorías mediante los siguientes criterios, expuestos en el Cuadro 3: paradigma, objetivo de la teoría, objeto de estudio, concepción del vínculo entre lenguaje y cognición, noción de sujeto, definición y tipos de metáfora, fenómeno lingüístico metafórico y alcance de la dicotnomía literal / no literal. A partir de estos indicadores, se reseñan los puntos de encuentro entre ambas propuestas y sus diferencias.

Las teorías reseñadas han abordado el fenómeno de la metáfora desde diferentes perspectivas de estudio: la pragmática cognitiva y la lingüística cognitiva. En su mayoría, las discrepancias que se exhiben en el Cuadro 3 se sustentan en la diferente concepción del vínculo entre lenguaje y cognición. En la teoría de la relevancia (Sperber & Wilson, 1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004), se adopta una visión modular del lenguaje. Siguiendo a Fodor (1983), Sperber y Wilson proponen que la mente está compuesta por sistemas especializados de entrada, que procesan un solo tipo de información (visual, auditiva, lingüística o perceptiva) y por sistemas centrales, que integran la información derivada de los sistemas de entrada, así como de la memoria, y llevan a cabo la tarea inferencial. El módulo autónomo del lenguaje se activa cuando existen estímulos verbales ostensivos susceptibles de ser interpretados por el oyente (Sperber & Wilson, 1994). Ahora bien, de acuerdo con Carston (1997) estas pretensiones de modularidad rígida no son del todo justificadas en la teoría de la relevancia por dos razones. Por un lado, Sperber y Wilson (1994) no proponen que la pragmática implique sistemas de reglas (códigos) y, por otro lado, su caracterización de la pragmática sigue siendo general, pues todas las implicaturas conversacionales se explican a través del mismo principio comunicativo (al igual que otros procesos pragmáticos como la asignación de referencias o la desambiguación).

 

 

Cuadro 3

 

Por el contrario, en la teoría de la metáfora conceptual (Lakoff & Johnson, 1980, 1999) se rechaza dicho modularismo, ya que se considera que el lenguaje es una capacidad integrada a la cognición general. La lingüística cognitiva busca, precisamente, las conexiones entre la facultad lingüística y otras facultades cognitivas, como la segregación de la información en figura y fondo, la selección de perspectiva entre dos elementos, la organización de la estructura conceptual en dominios cognitivos superiores (marcos, esquemas de imagen, mapeo metafórico o metonímico), entre otras (Ibarretxe-Antuñano & Valenzuela, 2012).

Al adoptar la perspectiva modular, Sperber y Wilson (1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004) presentan un modelo deductivo explícito que da cuenta de los procesos y estrategias que permiten el paso del significado literal a la interpretación pragmática de los mensajes en la comunicación verbal. En dicho proceso de interpretación, el enunciado metafórico funciona como un input lingüístico que desencadena un proceso automático de descodificación. No obstante, esta descodificación lingüística solo proporciona un aducto para la tarea primordial del proceso de comprensión, que implica una serie de subtareas de carácter inferencial (véase Cuadro 1). Por lo tanto, el interés principal de la teoría de la relevancia (Sperber & Wilson, 1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004) recae en el estudio del proceso de comprensión de todo estímulo ostensivo, pudiendo ser este último de tipo metafórico o no.

Por otro lado, al asumir Lakoff y Johnson (1980, 1999) como premisa que el lenguaje es una capacidad integrada en la cognición general, se distancian de las posturas que lo describen como un módulo autónomo y especializado. En este sentido, se asume que el lenguaje refleja patrones del pensamiento (Evans & Greens, 2006), o bien que es una ventana para estudiar la cognición (Ibarretxe-Antuñano & Valenzuela, 2012). Así, al dar cuenta de la omnipresencia de la metáfora en el lenguaje ordinario, estos autores proponen que el sistema conceptual cotidiano, en términos del cual pensamos y actuamos, es fundamentalmente de naturaleza metafórica. Por consiguiente, el objeto de estudio y el interés esencial recae en la metáfora conceptual.

Con respecto a la definición de metáfora que se propone en cada teoría, para Sperber y Wilson (1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004) la metáfora es una figura estilística del discurso —al igual que la metonimia o la hipérbole— que el hablante adopta para conseguir la relevancia óptima y mayores efectos contextuales. Por otro lado, para la teoría de Lakoff y Johnson (1980, 1999) la metáfora es un fenómeno cognitivo en el que un dominio se representa conceptualmente en términos de otro. En este caso, el sujeto conceptualizador utiliza el conocimiento de un campo conceptual cercano a su experiencia para estructurar y comprender otro, que suele ser más abstracto. En conclusión, la concepción pragmática de la metáfora coincide con la tradición aristotélica, pero no así la visión de los cognitivistas, pues proponen un vuelco sustancial al considerarla un mecanismo cognitivo y no un simple recurso de la imaginación poética.

A pesar de las diferencias planteadas hasta el momento, ambas teorías coinciden en que el fenómeno lingüístico metafórico (ya sea enunciado metafórico o expresión metafórica) es una concreción de fenómenos mentales subyacentes, de ahí el carácter cognitivo de ambas. Para Sperber y Wilson (1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004), la expresión de enunciados metafóricos por parte del hablante responde al principio cognitivo de la relevancia. Por ende, esta elección da cuenta de la necesidad de ampliar el entorno cognitivo mutuo que comparte con el oyente y a establecer supuestos sobre las capacidades cognitivas y el nivel de atención de su interpretante. En la teoría de la metáfora conceptual (Lakoff & Johnson, 1980, 1999) la expresión metafórica es considerada una manifestación lingüística de los esquemas abstractos del pensamiento. Sin embargo, las metáforas conceptuales también se pueden manifestar por medio de otros modos de representación (imágenes, gestos o artefactos multisemióticos).

Este carácter cognitivo nos lleva a indagar sobre el alcance que tiene la dicotomía literal / no literal en cada teoría. En la teoría de la relevancia (Sperber & Wilson, 1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004) se trata a la literalidad, o identidad de las formas proposicionales, como un caso límite y no como una norma o principio. Un enunciado es estrictamente literal cuando tiene la misma forma proposicional que el pensamiento del hablante, y no lo es cuando solo comparten algunas propiedades lógicas. En el caso de la metáfora, la forma proposicional del enunciado no es en absoluto una explicatura, sino una interpretación entre la forma proposicional del enunciado y el pensamiento. Por otro lado, en la teoría de Lakoff y Johnson (1980, 1999) esta dicotomía no tiene mayor trascendencia, ya que toda la estructura conceptual es metafórica y sus representaciones lingüísticas son simplemente parte del lenguaje cotidiano. Por ejemplo, las expresiones lingüísticas “me atacó con un grupo de argumentos” y “destruiré sus argumentos” no corresponden al lenguaje figurativo, sino al lenguaje ordinario para hablar de discusión en términos de guerra. En consecuencia, “The language of argument is not poetic, fanciful, or rhetorical; it is literal. We talk about arguments that way because we conceive of them that way–and we act according to the way we conceive of things”2 (Lakoff & Johnson, 1980: 9).

En términos de tipología, en la teoría de Sperber y Wilson (1994) la metáfora se clasifica en estereotipada o creativa. La primera refiere a aquellos enunciados que dan acceso a un esquema enciclopédico con una o dos implicaciones contextuales fuertes; la segunda, a expresiones que generan una amplia gama de implicaturas potenciales debido a la indeterminación de la interpretación metafórica. Esta clasificación concuerda parcialmente con el criterio de convencionalización propuesto por Lakoff y Johnson (1980), pues en ambos casos el uso recurrente o no de la metáfora permite clasificarla en uno u otro extremo del continuum. No obstante, las distinciones tipológicas y los tipos de metáforas a los que dan lugar superan con creces lo propuesto por la pragmática. Una interpretación de ello es que para esta teoría el caso de la metáfora es subsidiario al propósito general de su estudio, en tanto que para quienes optan por la teoría de la metáfora conceptual este fenómeno es el centro y propósito de la investigación. Asimismo, no se debe olvidar que para la teoría de la metáfora conceptual (Lakoff & Johnson, 1980, 1999) los criterios de clasificación refieren a aspectos cognitivos de los dominios conceptuales (estructura, complejidad, función, naturaleza del dominio), mientras que para la teoría de la relevancia el único criterio propuesto refiere al tipo de implicancias que producen en el oyente.

Finalmente, cobra relevancia abordar las limitaciones epistémicas que posee cada propuesta. Por un lado, la teoría de la metáfora conceptual no se cuestiona el proceso de recepción de las expresiones metafóricas y, por consiguiente, la eficacia comunicativa de estas. Si bien las metáforas han sido consideradas fundamentales, por ejemplo, en la divulgación de conocimiento por su potencial comunicativo al simplificar las abstracciones (Cassany, López, & Martí, 2000; Ciapuscio, 2011), aún quedan interrogantes sobre su eficacia comunicativa general (Morgado & Fernández Silva, 2021). Ante ello, Parente (2000) argumenta que uno de los “puntos ciegos” de la teoría es “su incapacidad para dar cuenta de por qué un oyente determinado debería tomar un enunciado como metafórico. Supongamos el enunciado ‘He tocado fondo’. ¿Cómo podemos saber que esta oración debe ser comprendida metafóricamente?” (Parente, 2000: 8). Así, al aislar la emisión de la expresión metafórica de su contexto, la teoría no logra explicar la originalidad de la metáfora ni el éxito obtenido por parte del usuario. Ahora bien, cabe señalar que estos elementos distan del alcance de la teoría, a saber, dar cuenta de la omnipresencia de la metáfora en el lenguaje cotidiano de los hablantes de una lengua.

Además de lo anterior, también es preciso comentar el nivel de plausibilidad de la sistematicidad de metáforas subyacentes, y los acotados casos y ejemplos que en la teoría se proponen. De acuerdo con Lakoff y Johnson (1980, 1999), a la base de cada expresión lingüística metafórica existe una estructura subyacente. Sin embargo, el inventario de metáforas conceptuales (véase Cuadro 2) parece ser muy limitado y poco flexible para la gran cantidad de expresiones que se pueden generar en cada lengua y cultura. Ante ello, se han emitido críticas respecto de la evidencia proporcionada para admitir la existencia de metáforas generativas:

 

La noción de sistematicidad esgrimida por el modelo experiencialista podría también debilitarse si comenzamos a pensar hasta qué punto los ejemplos que brinda tienen un carácter forzado. Este enfoque, como toda teoría sustentada sobre la base de casos y ejemplos (que, si bien pueden poseer una coherencia en el contexto de la teoría, no dejan de ser casos y ejemplos) está expuesta de manera inevitable a la crítica basada en contraejemplos (Parente, 2000: 8).

 

En el caso de la teoría de la relevancia, se han identificado, principalmente, dos limitaciones epistemológicas. La primera guarda relación con el nivel de generalización que se le otorga al denominado principio de la relevancia. La idea esencial de este fundamento es que la cognición humana siempre aspira a obtener la máxima relevancia de los estímulos, con el menor coste de procesamiento. Sin embargo, expertos admiten que este postulado no aplica para todas las situaciones de la comunicación humana, pues en ciertos casos el hablante se guía más por los principios de cortesía o de estilo que por la relevancia —por ejemplo, cuando se privilegia un enunciado que es cognitivamente menos eficiente, pero más cortés social y lingüísticamente hablando— (Davis, 2019; Villamor, 2018). La segunda limitación ha significado definir como “reduccionista” a esta perspectiva teórica. La principal debilidad de esta propuesta recae en la consideración de que la mente humana es fundamentalmente un mecanismo de procesamiento de información, es decir, la comunicación humana se comprende en términos de “procesamiento e intercambio de información” (Escandell Vidal, 1996: 130). No obstante, almacenar datos para enriquecer la representación de mundo no constituye el único propósito comunicativo, sino que en variadas ocasiones los objetivos son más prácticos e inmediatos (ordenar, pedir algo, comentar, etc.). Debido a lo anterior, se ha determinado que la teoría de la relevancia difumina la dimensión social de los intercambios comunicativos (Escandell Vidal, 1996). De acuerdo con O’Neill (1988), esta problemática se podría evitar si se modifica el concepto mismo de relevancia, basando su noción en una lógica probabilística.

En conclusión, y con el propósito de resumir los aspectos fundamentales, ambas teorías integran el sustrato cognitivo en el tratamiento de la metáfora, pero en diferente medida. La teoría pragmática de la relevancia (Sperber & Wilson, 1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004) se interesa por el proceso cognitivo de generación (hablante) e interpretación (oyente) del enunciado metafórico; mientras que la teoría de la metáfora conceptual (Lakoff & Johnson, 1980, 1999) presenta una propuesta cognitiva, en la que se considera que el sistema conceptual de los individuos es fundamentalmente de naturaleza metafórica, lo que se ve reflejado en el uso de la lengua a través de las expresiones lingüísticas metafóricas. Por tanto, la primera refiere al proceso de deducción de enunciados metafóricos y la segunda al modo en que las metáforas estructuran el sistema cognitivo de los seres humanos.

 

4. Conclusiones

 

La omnipresencia de las metáforas en el lenguaje, específicamente en la comunicación humana, es innegable (Ciapuscio, 2011). Pese a ello, aún no existe acuerdo entre los especialistas del ámbito de la lingüística respecto de su naturaleza y definición. Como consecuencia de lo anterior, el papel que este fenómeno desempeña a nivel cognitivo ha sido y continúa siendo un tema polémico. Por un lado, la perspectiva modular de Sperber y Wilson (1986, 1994; Wilson & Sperber, 2004) considera que el enunciado metafórico es solo un input lingüístico para llevar a cabo la tarea de comprensión inferencial. Por otro lado, en la propuesta de Lakoff & Johnson (1980, 1999) las metáforas permean por completo la cognición humana al estructurar el sistema conceptual por medio del cual pensamos y actuamos. Así, para el primer marco de estudio la metáfora constituye un tropo interpretativo, utilizado por el hablante con el propósito de conseguir la óptima relevancia; en tanto para el segundo, no refiere a un recurso del lenguaje extraordinario sino a un fenómeno fundamentalmente cognitivo.

Como se ha podido observar, las aproximaciones a la metáfora, desde la pragmática y la lingüística cognitiva, poseen más disensos que consensos. Esto da cuenta de la compleja naturaleza del tema en cuestión y de la larga data de estudios en torno a él. Se podría argumentar que el fenómeno parece requerir una integración de enfoques o un estudio interdisciplinario (Levinson, 1983; Samaniego Fernández, 1996), sin embargo, los supuestos teóricos y los principios fundacionales de los marcos conceptuales presentados podrían no posibilitar esta alternativa. Por ejemplo, la teoría pragmática de la relevancia (Sperber & Wilson, 1986; 1994; Wilson & Sperber, 2004) es un vehículo apropiado para el estudio de su interpretación en el contexto en que se produce. Por su parte, la aproximación desde la lingüística cognitiva (Lakoff & Johnson, 1980, 1999) otorga una teoría robusta para el estudio de los esquemas metafóricos del pensamiento por medio de los usos lingüísticos. En conclusión, cada una presenta una sólida propuesta que debe ser aplicada de acuerdo con el objetivo de estudio que se persiga.

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Notes

 

* Artículo escrito durante el proceso de formación doctoral. Estudios financiados por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (anid), Beca Doctorado Nacional 2018/21181389.

1 “Trate usted de que su contribución sea verdadera” (las traducciones de las citas son de la autora).

2 “[E]l lenguaje del argumento no es poético, fantasioso o retórico; es literal. Hablamos de argumentos de esa manera porque los concebimos de esa manera, y actuamos de acuerdo con la forma en que concebimos las cosas.”

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